Para empezar, debo admitir que yo no encajaba en el estilo de mujeres que desde que tienen uso de razón determinan que quieren ser madre; tampoco me ubicaba en el extremo de las que decididamente no quieren serlo; más bien estaba en el grupo de las que no tienen una posición definida al respecto.
En ocasiones me visualizaba con hijos y sentía algo bonito, hasta bromeaba diciendo que quería tener tres; pero, cuando veía todos los sacrificios que realizaban mis amigos que ya eran padres, la verdad es que eso de tener un hijo no me parecía que fuese la mejor de las ideas, lo veía poco práctico y venían a mi mente pensamientos como:
- Yo creo que no sirvo para ello, no tengo tolerancia para aguantar berrinches.
- Eso de tener un hijo implica mucha responsabilidad, bastante tengo ya en mi día a día tratando de salir adelante sola.
- Al tener un hijo se pierde autonomía, ya no puedes decidir sólo por ti, pues tus decisiones afectaran a terceros;
- Se necesita estar estable o solvente económicamente para meterse en ese lío, yo no pienso traer un hijo al mundo a pasar necesidades;
Pero todo cambió cuando en octubre de 2015 una prueba confirmó que estaba embarazada, aunque yo lo sospechaba, la verdad es que carecer de una posición definida con respecto a la maternidad hizo que esta noticia me agarrara de sorpresa y en el espacio de unas horas pude sentir las más variadas emociones, entre ellas:
Miedo, porque sólo vino a mi mente las historias traumáticas de embarazos y partos de familiares, amigos, y hasta de desconocidos que alguna vez vi en cualquier programa de televisión paga.
Tristeza, porque después que tanto mi mamá había insistido con su deseo de que le diera un nieto o nieta, ahora eso iba a ocurrir y no iba a poder vivirlo a su lado.
Alegría, porque cuando le di la noticia a mi esposo, él mostró su agrado por ser padre y ratificó que ese era su deseo.
Debo confesar que pasé por un momento en el que sentía que no iba a poder con la maternidad, que era algo demasiado grande para mí, tenía demasiados temores infundados y mucho desconocimiento, y aunque sigo pensando que tener un hijo es racionalmente poco práctico, de igual manera y con total convicción digo que no cambiaría por nada en el mundo el hecho de ser madre, lo que siento cuando veo sonreír a mi bebé, cuando la tengo en mi regazo, es la mayor felicidad que en mi vida he podido experimentar, ya no me importa lo que es práctico, no me interesa tener autonomía, con gusto acepto la responsabilidad de tener un hijo y los sacrificios asociados.
Por tanto, ya tengo una posición definida: Soy madre, amo la maternidad con todo lo que implica, y capaz me dejo convencer por mi esposo y le damos un hermanito a la bebé dentro de un par de años.
Mariana Zambrano dice
Hermoso amiga.
Maylin Yntriago dice
En tu caso es doblemente hermoso.